ESOS MAESTROS BORRACHOS
Como este blog, el otro día caminaba rumbo a ninguna parte, cuando me topé con un viejo amigo al que cariñosamente apodamos Vómito. Como hace tiempo no nos veíamos y sin pensarlo demasiado, decidimos entrar a una shopería para ponernos al día. Antes de que llegaran las primeras cervezas mi amigo me contó que tenía una extraña enfermedad que le impedía seguir tomando. "Quizás esta es la última vez que puedo tomar", me dijo, sin demostrar mucha preocupación por su situación. Lo último que supe de Vómito era que trabajaba como constructor civil en un proyectro cerca de la Estación Central. "¿Y cómo está la constru?", le pregunté. "No, ya me retiré. Los maestros eran demasiado bravos", me respondió. "¿Demasiado bravos?". A continuación mi amigo se puso un poco pálido y comenzó a contarme una historia de sexo, lujuria y sadismo. No quise interrumpirlo.
“Cuando trabajé pa la constructora esa, un grupo de trabajadores que generalmente trabajaba bajo mis órdenes y con los cuales tenían cierta confianza me contó la siguiente historia. Todo sucedió cuando El Feo (respetable estucador y con años en la empresa), me pidió un aumento de sueldo. Yo le dije ‘socio le pagamos la quincena el viernes pasado, no me diga que ya se gastó toda la plata’. Pero El Feo, deteriorado físicamente, me dijo: ‘sabe jefe, es que no va a creer, mi señora se quedó con toda la plata y no tengo ni uno ni pa la micro’.
Pasó el día y ya entrada la jornada laboral, conversé con los muchachos de la cuadrilla de concreteros y les pregunté en qué se gastaba la plata El Feo. Uno de ellos me dijo: ‘jefe si quiere saber vaya los viernes a la shopería de al frente. Ahí nos juntamos algunos a tomarnos unos vinachos’. Otro me dijo: ‘jefe hace tiempo que lo estamos invitando, vaya un día’. Entre broma y broma los maestros se fueron a sus quehaceres. Luego me encontré con uno de ellos, que resultó ser hermano de un compañero mi universidad. A él le pregunté la firme: ¿Qué hueá pasa en esa shopería? Y mi amigo me dijo:
Vómito, todos los viernes de pago quincenal, un grupo de seis a ocho maestros se va a penquear a la shopería. En la esquina un grupo de travestis se apodera del lugar. Por supuesto que ya conocen de sobra a la clientela de la shopería y saludan de beso a los maestros. Ellos, a su vez, en manifiesto estado etílico entablan un diálogo amistoso con los maracos y comparten la mesa y los tragos. Mi amigo me dijo que más de alguno se ha llevado caricias gratis y alguna chupadita por ahí. Los maracos se regalan, con lo empepaos que andan, me dijo mi colega. ¿Me sigues Negrosuperstar? Mi amigo me contó que los maracos se les sientan en las piernas a los maestros y éstos se los puntean. Incluso otro maraco le agarra el paquete por debajo de la mesa y los otros maestros se ríen, piden más trago, comienza la fiesta, y salen los pitos, y piden más tragos. Los más duros se van al baño a pegarse unos jales pa soportar más el carrete, pero a los no tan vivos las copas le pasan la cuenta y no alcanzan a reaccionar ante ningún estimulo. Incluso hasta los maracos lo desprecian porque no se les para, me contó mi colega. Y ahí le pregunté a mi amigo: ‘Oye ¿El Feo es uno de los bravos y de los buenos pal hueveo?. Y mi colega me dijo que sí, que se pega en la pera pa seguir hueveando duro con los maracos y pa reaccionar cuando estos quieran sobrepasarse con él. Entonces ahí le pregunté por qué me andaba pidiendo plata un lunes. Mi amigo se rió y me contó la firme.
Resulta que cuando la fiesta ya se había armado y había un par de maestros grogis, El Feo se paró, bajó de un empujón al maraco que tenía encima y se fue pal baño pa darse un toque. El Feo entró al baño y cerró la puerta con pestillo. Mi amigo se dio cuenta y escuchó a través de la puerta un forcejeo. Al rato vio salir al maestro con su boca semi abierta y un estado de excitación que no le permitía articular palabra, claro que acompañado de dos maracos. Mi colega me contó que El Feo hace rato que viene juntándose con los maricones y que su curadera duró tanto que se despertó el sábado en un lugar desconocido, sin plata. Por eso la señora ahora lo odia.
Pedimos la sexta ronda de chelas. Nos tomamos esos shops y nos fuimos. Fue la última vez que vi a Vómito.
“Cuando trabajé pa la constructora esa, un grupo de trabajadores que generalmente trabajaba bajo mis órdenes y con los cuales tenían cierta confianza me contó la siguiente historia. Todo sucedió cuando El Feo (respetable estucador y con años en la empresa), me pidió un aumento de sueldo. Yo le dije ‘socio le pagamos la quincena el viernes pasado, no me diga que ya se gastó toda la plata’. Pero El Feo, deteriorado físicamente, me dijo: ‘sabe jefe, es que no va a creer, mi señora se quedó con toda la plata y no tengo ni uno ni pa la micro’.
Pasó el día y ya entrada la jornada laboral, conversé con los muchachos de la cuadrilla de concreteros y les pregunté en qué se gastaba la plata El Feo. Uno de ellos me dijo: ‘jefe si quiere saber vaya los viernes a la shopería de al frente. Ahí nos juntamos algunos a tomarnos unos vinachos’. Otro me dijo: ‘jefe hace tiempo que lo estamos invitando, vaya un día’. Entre broma y broma los maestros se fueron a sus quehaceres. Luego me encontré con uno de ellos, que resultó ser hermano de un compañero mi universidad. A él le pregunté la firme: ¿Qué hueá pasa en esa shopería? Y mi amigo me dijo:
Vómito, todos los viernes de pago quincenal, un grupo de seis a ocho maestros se va a penquear a la shopería. En la esquina un grupo de travestis se apodera del lugar. Por supuesto que ya conocen de sobra a la clientela de la shopería y saludan de beso a los maestros. Ellos, a su vez, en manifiesto estado etílico entablan un diálogo amistoso con los maracos y comparten la mesa y los tragos. Mi amigo me dijo que más de alguno se ha llevado caricias gratis y alguna chupadita por ahí. Los maracos se regalan, con lo empepaos que andan, me dijo mi colega. ¿Me sigues Negrosuperstar? Mi amigo me contó que los maracos se les sientan en las piernas a los maestros y éstos se los puntean. Incluso otro maraco le agarra el paquete por debajo de la mesa y los otros maestros se ríen, piden más trago, comienza la fiesta, y salen los pitos, y piden más tragos. Los más duros se van al baño a pegarse unos jales pa soportar más el carrete, pero a los no tan vivos las copas le pasan la cuenta y no alcanzan a reaccionar ante ningún estimulo. Incluso hasta los maracos lo desprecian porque no se les para, me contó mi colega. Y ahí le pregunté a mi amigo: ‘Oye ¿El Feo es uno de los bravos y de los buenos pal hueveo?. Y mi colega me dijo que sí, que se pega en la pera pa seguir hueveando duro con los maracos y pa reaccionar cuando estos quieran sobrepasarse con él. Entonces ahí le pregunté por qué me andaba pidiendo plata un lunes. Mi amigo se rió y me contó la firme.
Resulta que cuando la fiesta ya se había armado y había un par de maestros grogis, El Feo se paró, bajó de un empujón al maraco que tenía encima y se fue pal baño pa darse un toque. El Feo entró al baño y cerró la puerta con pestillo. Mi amigo se dio cuenta y escuchó a través de la puerta un forcejeo. Al rato vio salir al maestro con su boca semi abierta y un estado de excitación que no le permitía articular palabra, claro que acompañado de dos maracos. Mi colega me contó que El Feo hace rato que viene juntándose con los maricones y que su curadera duró tanto que se despertó el sábado en un lugar desconocido, sin plata. Por eso la señora ahora lo odia.
Pedimos la sexta ronda de chelas. Nos tomamos esos shops y nos fuimos. Fue la última vez que vi a Vómito.