miércoles, mayo 17, 2006

ESOS MAESTROS BORRACHOS

Como este blog, el otro día caminaba rumbo a ninguna parte, cuando me topé con un viejo amigo al que cariñosamente apodamos Vómito. Como hace tiempo no nos veíamos y sin pensarlo demasiado, decidimos entrar a una shopería para ponernos al día. Antes de que llegaran las primeras cervezas mi amigo me contó que tenía una extraña enfermedad que le impedía seguir tomando. "Quizás esta es la última vez que puedo tomar", me dijo, sin demostrar mucha preocupación por su situación. Lo último que supe de Vómito era que trabajaba como constructor civil en un proyectro cerca de la Estación Central. "¿Y cómo está la constru?", le pregunté. "No, ya me retiré. Los maestros eran demasiado bravos", me respondió. "¿Demasiado bravos?". A continuación mi amigo se puso un poco pálido y comenzó a contarme una historia de sexo, lujuria y sadismo. No quise interrumpirlo.

“Cuando trabajé pa la constructora esa, un grupo de trabajadores que generalmente trabajaba bajo mis órdenes y con los cuales tenían cierta confianza me contó la siguiente historia. Todo sucedió cuando El Feo (respetable estucador y con años en la empresa), me pidió un aumento de sueldo. Yo le dije ‘socio le pagamos la quincena el viernes pasado, no me diga que ya se gastó toda la plata’. Pero El Feo, deteriorado físicamente, me dijo: ‘sabe jefe, es que no va a creer, mi señora se quedó con toda la plata y no tengo ni uno ni pa la micro’.

Pasó el día y ya entrada la jornada laboral, conversé con los muchachos de la cuadrilla de concreteros y les pregunté en qué se gastaba la plata El Feo. Uno de ellos me dijo: ‘jefe si quiere saber vaya los viernes a la shopería de al frente. Ahí nos juntamos algunos a tomarnos unos vinachos’. Otro me dijo: ‘jefe hace tiempo que lo estamos invitando, vaya un día’. Entre broma y broma los maestros se fueron a sus quehaceres. Luego me encontré con uno de ellos, que resultó ser hermano de un compañero mi universidad. A él le pregunté la firme: ¿Qué hueá pasa en esa shopería? Y mi amigo me dijo:

Vómito, todos los viernes de pago quincenal, un grupo de seis a ocho maestros se va a penquear a la shopería. En la esquina un grupo de travestis se apodera del lugar. Por supuesto que ya conocen de sobra a la clientela de la shopería y saludan de beso a los maestros. Ellos, a su vez, en manifiesto estado etílico entablan un diálogo amistoso con los maracos y comparten la mesa y los tragos. Mi amigo me dijo que más de alguno se ha llevado caricias gratis y alguna chupadita por ahí. Los maracos se regalan, con lo empepaos que andan, me dijo mi colega. ¿Me sigues Negrosuperstar? Mi amigo me contó que los maracos se les sientan en las piernas a los maestros y éstos se los puntean. Incluso otro maraco le agarra el paquete por debajo de la mesa y los otros maestros se ríen, piden más trago, comienza la fiesta, y salen los pitos, y piden más tragos. Los más duros se van al baño a pegarse unos jales pa soportar más el carrete, pero a los no tan vivos las copas le pasan la cuenta y no alcanzan a reaccionar ante ningún estimulo. Incluso hasta los maracos lo desprecian porque no se les para, me contó mi colega. Y ahí le pregunté a mi amigo: ‘Oye ¿El Feo es uno de los bravos y de los buenos pal hueveo?. Y mi colega me dijo que sí, que se pega en la pera pa seguir hueveando duro con los maracos y pa reaccionar cuando estos quieran sobrepasarse con él. Entonces ahí le pregunté por qué me andaba pidiendo plata un lunes. Mi amigo se rió y me contó la firme.

Resulta que cuando la fiesta ya se había armado y había un par de maestros grogis, El Feo se paró, bajó de un empujón al maraco que tenía encima y se fue pal baño pa darse un toque. El Feo entró al baño y cerró la puerta con pestillo. Mi amigo se dio cuenta y escuchó a través de la puerta un forcejeo. Al rato vio salir al maestro con su boca semi abierta y un estado de excitación que no le permitía articular palabra, claro que acompañado de dos maracos. Mi colega me contó que El Feo hace rato que viene juntándose con los maricones y que su curadera duró tanto que se despertó el sábado en un lugar desconocido, sin plata. Por eso la señora ahora lo odia.
Pedimos la sexta ronda de chelas. Nos tomamos esos shops y nos fuimos. Fue la última vez que vi a Vómito.

martes, mayo 02, 2006

UNA NOCHE CON ISOLINA LA BAILARINA

El otro día un amigo me dijo que este blog no iba para ninguna parte. Y le encuentro razón. Pero hace tiempo que yo tampoco voy para ningún lado. Al bote le está entrando agua. Más encima, la única amiga que me queda me dejó botado porque está revolucionada y excitada con la visita del Dalai Lama. La penúltima cosa que me dijo fue que se consiguió una acreditación para verlo en el Sheraton. Y pensar que yo creía que Su Santidad sólo hablaba en lugares místicos y secretos. Mi amiga está enamorada del Dalai e incluso me confesó que hará todo lo posible para que su gurú le traspase sus millonarios y dormidos espermios. Allá ella.

Como me va quedando poco he tenido que recurrir a mis amistades virtuales. “Qué valiente”, me dijo, irónico, un amigo. La verdad es que desde que abrí el blog mi principal interés ha estado centrado en alguien que firma sus comentarios como Isolina la bailarina o Isolina la gogo dancer. Después de rogarle un par de semanas, Isolina me dio su correo electrónico. Sin embargo, la semana pasada me sorprendió cuando me dijo que la fuera a ver a su pega. En un comienzo pensé que Isolina me estaba mintiendo, pero de todos modos me lancé al agua. Mal que mal, soy valiente, como me recordó un amigo el otro día.

Isolina trabaja todos los fines de semana del año. Incluso el 1 de mayo la pilló arriba del escenario y sacándose las pocas plumas que le van quedando. Como dice su nombre, Isolina es bailarina, digamos, una stripper que desde niña soñó con mostrar su talento en el Municipal, pero que por “las cosas de la vida mi huacho” terminó en El Diamante, un pequeño nightclub de Recoleta cuyas dependencias también son ocupadas por un Café Internet. Extraña mezcla, pero negocio redondo para Don Francisco, el dueño y animador del lugar que admira al gordo de la Teletón. “Dispara usted o disparo yo. Mejor disparemos todos”, grita el Don Francisco de El Diamante parado en el escenario al dar por inaugurado el espectáculo de la noche. Su voz se escucha amplificada por unos precarios pero potentes parlantes. Una bola de “cristal” comienza a girar, la música sube de volumen, y sale al escenario la primera artista: Jessica la mujer 10 para todos ustedes.

Llegué a El Diamante de incógnito. No quería asustar a Isolina, aunque fue ella la que me invitó para que “viera la realidad de Chile mi huacho”. El día anterior había hablado con ella durante dos horas seguidas por el chat. Ella estaba en un café Internet que queda al lado de mi pega mi huacho y yo, como de costumbre, encerrado en mi casa. Fue la primera vez que, además del smog, hablamos de nuestros respectivos trabajos, de cómo ella había llegado al NoDigas y de mis cuentos que tanto le gustaban. "Tienes que escribir mi historia mi huachito. Ven a El Diamante. No te vas arrepentir”, me dijo con una voz que se escuchaba extremadamente sensual desde el chat. Así, le prometí que un día de estos me dejaría caer por Recoleta. Allá voy.

La verdad es que no vi el show de Jessica. Estaba muy nervioso esperando el número de Isolina. Después de Jessica desfilaron Karen, Karla y Karol, “las chicas del Ku Klux Klan”, como las llamó Don Francisco. Una hora después, fue el turno de Isolina la bailarina. En el chat, Isolina me contó que hace tiempo perteneció al elenco de Juan Antonio Labra, pero no le quise creer. Isolina es más vieja de lo que a simple vista se ve aunque su peluca negra me ayuda a verme más sexi po mi huacho. Isolina la bailarina domina a la perfección su rutina y es toda una acróbata del fierro. Incluso es capaz de contorsionarse, girar bruscamente en 90 grados y poner su cabeza al revés con sus largas y flacas piernas abriéndose y cerrándose al ritmo de niña, te vas a enamorar, ese lento de Juan Antonio Labra.

Isolina comienza su rutina con mucha ropa y termina con muy poca. Hace volar unas plumas negras, abre sus ojos para mostrar sus pestañas postizas y deja poco a la imaginación. Para el deleite del público Isolina se saca hasta sus medias negras medias rotas y sus zapatos con terraplén con un chicle de menta pegado debajo. Pero su performance es de calidad, especialmente cuando baila el pegajoso negra mueve tu cintura, negra échate pa tras, el otro hit de Juan Antonio. Ahí sí que Isolina se vuelve loca, se agarra el pelo, se agacha una y otra vez y se despide con los brazos en alto. El público está conforme y yo aún no estoy seguro si Isolina bailó alguna vez con Juan Antonio. Aplaudo, me paro y le pido a Don Francisco que me deje entrar al camarín de Isolina. Ella es amiga mía. Soy su huacho.

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