miércoles, junio 21, 2006

LA MICRO CARRETERA

El otro día caminaba por Ahumada cuando divisé a mi viejo amigo Claudio. ¿Para dónde vas Superstar?, me preguntó. Para ningún lado, le respondí, como mi blog. Al poco rato pedimos la primera ronda de shops en un bar del centro. Claudio estaba apagado. Lucía un tanto tímido y reflexivo. Su mente estaba en cualquier parte, no precisamente en Ahumada. Recién con la segunda ronda de shops mi amigo comenzó a soltarse. ¿Sabes?, me dijo, el otro día viví la peor de mis pesadillas. Salí con una minita que tenía guardada por ahí. Filete. 22 años. Bajita pero con buenas tetas y un culo de porcelana. La invité a ese restaurante de arriba del San Cristóbal. La cuenta me salió salá, pero uno hace cualquier cosa por un buen polvo ¿Verdad Superstar? Bueno. La cosa es que después de bajar estacioné el auto de mi hermano en el mirador más oscuro del cerro. Obviamente me la agarré en el acto. Los pisco-sours surtieron efecto. La verdad es que yo estaba bien puesto, Superstar. Bien puesto. Además, mientras estábamos en el mirador nos fumamos unos caños que me había movido mi primo El Huaso. La hierba nos dejó locos. Hierba de la buena. La cosa es que en el auto era un poco incómodo. Mi hermano me había pedido que no le dejara ninguna mancha, así que partimos a un motel. No sé cómo bajamos del cerro, Superstar. Se me movía todo. Tanta curva me mató, Superstar. Y mi minita no decía nada. Sólo se reía y me decía que me había pasado pa tierno. Incluso me dijo que me quería. Esa fue la primera mala noticia de la noche, Superstar. Y menos de un minuto después vino la segunda mala noticia. En Pedro de Valdivia, justo al bajar del cerro, me pararon los pacos. En resumen: reventé el alcotest, mi mina se puso a llorar, hice un escándalo y terminé en la cana ¿Qué te parece Superstar? A esas alturas ya llevábamos varios shops en el cuerpo. El alcohol estaba dentro. Bien adentro. Donde corresponde. ¿Qué te parece todo Superstar?, me volvió a preguntar Claudio ¿Sabes?, le dije, no es para tanto. A cualquiera le puede pasar. Tranquilo que no pasa nada. Pero la historia no terminó ahí ¿Sabes, Superstar? Lo que te acabo de contar no es nada si se compara con lo que vino después. ¿Después? Sí, después. Los pacos me llevaron a la cana. Dí jugo, pero después de un rato logré tranquilizarme. Le dije a mi minita que se fuera para la casa. Que yo la llamaba. Que no se preocupara. Que no era pa tanto. Después de un rato en el calabozo, que estaba entero vomitado y meao por otros borrachos como yo, me dejaron llamar a mi hermano. Le dije que me viniera a sacar. Eran como las 4.30 de la mañana. Durante la larga espera sólo pensaba en el culito de porcelana de mi minita y de lo que me perdí por culpa de la hierba del Huaso y por borracho. Una hora más tarde desperté con el cuello acalambrado y una caña de las mil putas. Volví a soñar con el culito de mi minita. Qué belleza. ¿Me sigues Superstar? Sí, claro. Bueno. La cosa es que cuando comenzaba a despertar recibí la tercera mala noticia de la noche. En vez de salir en libertad, una micro nos pasaría a recoger para llevarnos a la Capitán Yavar, donde terminan todos los borrachos como tu y yo Superstar. Cuando nos dieron la orden de dejar el calabozo no divisé a nadie conocido. Esperaba que mi hermano estuviera ahí, pero no llegó. Quizás se fue con mi minita del culito de porcelana, pensé. A los pocos minutos estaba sentado en una micro que por dentro parecía de recorrido, pero por fuera estaba pintada de verde. Un verde distinto a la hierba del Huaso. Jajajajajaa. La micro pasó por todas las comisarías de la zona recogiendo la escoria. Yo me senté al medio, pero me tocó pasillo. En eso subieron a unos lanzas, pero por suerte los dejaron en la parte de atrás de la micro. Pero el panorama cambió cuando subieron los travestis. Eran cinco. Unos locos bien altos, musculosos, afeitados y pintarrajeados. Yo no tengo prejuicio con los travestis, Superstar, y pensé que todo era normal. Por borracho me pasa, le dije a mi compañero de asiento, que se hizo el dormido el muy maricón. La cosa es que los travistis armaron una fiesta en la micro. Los piropos iban y venían. Imagínate, Superstar. Los travistis dando jugo en la parte de adelante, nosotros los más normales al medio y los delincuentes atrás. La cosa es que en la micro no iba ningún paco. Es decir, los pacos manejaban y otro iba en la puerta. Pero en el pasillo sólo viajábamos los ebrios. Y de repente, cuando pensaba que ya nos estábamos acercando a la Capitán Yavar, los travistis comenzaron a desfilar. Toqueteos y declaraciones de amor. Pero los maracos la agarraron conmigo. Intenté hacerme el dormido, pero no me resultó. Mientras dos travestis me tomaron por la espalda, el más alto intentó agarrarme el paquete. Me defendí como pude. Y nadie hacía nada, Superstar. Nadie. Cuando me vi acorralado, comencé a lanzar patadas voladoras y puñetes por doquier. Pero había sido una noche larga. Ya no me quedaban fuerzas. Si bien los travistis no pudieron hacerme la "peladilla", estos hueones no encontraron nada mejor que agarrarme a tacazos. Mira, todavía tengo las marcas. Me pegaron durante 15 minutos, pero aguanté. No perdí mi virginidad si esa es tu pregunta Superstar. Después de ese viaje inolvidable nos bajamos en la Capitán Yavar. Ahí divisé a mi hermano, quien tuvo la gran idea de ir a buscarme acompañado de mi viejo. Cuando pasé por delante de ellos no pude mirarlos a la cara. ¿Y qué pasó con tu minita? No la ví más Superstar. No la ví más.

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