jueves, abril 13, 2006

LOS VECINOS DE LA ELEFANTA FRESIA

Agapito Ramírez González lleva 40 años limpiando la mierda de la jaula de los leones en el zoológico del cerro San Cristóbal. Gracias a un dato de uno de sus primos, Agapito llegó a fines de los 60 al Parque Metropolitano de Santiago para trabajar en la primera remodelación del zoológico. En la mudanza, se nos escapó una pitón y un par de monos. Pero el administrador nos sugirió que guardáramos silencio, me contó entre risas Agapito, hoy de casi 82 años, la mitad de los cuales también se los ha pasado tomando tinto. La primera vez que fui al zoológico llegué en Funicular, la elefanta Fresia estaba viva, había dos osos polares nadando en cemento, una que otra jirafa, muchos monos de esos que se sacan las pulgas y se lamen el culo rojo y hediondo, y el mito de un gorila en la última jaula del cerro comenzaba a crecer. Seguramente ese día mis padres me compraron natur para compartir con los mandriles, mientras que mi abuela me regaló algunas zanahorias frescas para darle a las jirafas y, por qué no, a Fresia. La elefanta estaba al alcance de la mano y su sitio, construido en pendiente, se ubicaba muy cerca de una jaula en la que supuestamente había un cocodrilo. Más allá, según me contaba mi abuelo, estaba el temido gorila. Por ese entonces, Agapito debía cuidar al chimpacé, la gran atracción del zoológico después de Fresia.

El chimpancé nació en Gabón, pero a los pocos días fue trasladado en un barco por el Atlántico hasta Buenos Aires. Como en el zoológico bonaerense la cantidad de chimpancés era más que suficiente, el consulado chileno en esa ciudad hizo los trámites y logró llevar al tierno y simpático mono a Santiago. En un comienzo, lo pusieron en una cuna, pero luego lo destinaron a un foso de cemento adornado con neumáticos para la diversión del mono. El chimpancé, al que de cariño le digo El Loco, creció rápido. Una vez le dimos unas anfetaminas y se volvió loco. Por eso le pusimos así. Lamenatablemente la gente le tira cualquier wá al mono. Una vez le tiraron un tarro de neoprén. Ahí sí que se volvió loco ¿Se fija?, me contó Agapito. El día en que visité a Agapito, El Loco estaba en el mismo lugar de siempre, pero ya no hacía malabares con los neumáticos y sólo prefería dormir. A ratos optaba por mirar desde lo alto de su torre de madera el edificio de la Telefónica. La ciudad ya no era la misma y él tampoco. Quizás estaba desesperado por un teléfono para llamar a Gabón. Pensé en comprarle un tarro de neoprén para que mitigara su angustia. Sin embargo, cambié de idea. Mal que mal, El Loco tiene sus días contados.

Al final de la tarde, los animales se durmieron. Invité a Agapito a tomarnos un pipeño en algún bar de Bellavista. Agapito aceptó de buena manera. En la casa ya no me espera nadie. Y en el zoológico ya no tengo amigos, respondió Agapito, un poco triste, un poco cansado. Entramos a El Oso Grande, uno de los tantos bares en Santa Filomena. Pensé que era la ocasión perfecta para preguntarle a Agapito por todos los mitos del zoológico. No aguanté más y me las dí de francotirador. ¿Es verdad que la marca negra en la frente que tiene el oso polar fue por un disparo después de haberse alimentado de una niña de cuatro años? ¿Es cierto que a los monos de poto colorado a veces los castigan y les dan de comer el excremento que defecan los tigres? ¿Existió alguna vez un gorila en la última jaula del cerro? ¿Es verdad que Fresia en realidad era macho? ¿Es cierto que algunos animales son arrendados en la temporada de circos por Los Tachuelas y las Aguilas Humanas? Me contaron que la otra vez se escapó la pantera negra y que terminó cerca de la Virgen. También me dijeron que los domingo una pareja se queda escondida en el zoológico para pegarse un polvo frente a la jaula de los monos ardilla. También es sabido que uno de los leones murió de tiña, que Fresia no murió de vieja (o viejo) sino que a causa de una bolsa del supermercado Jumbo en su estómago. Me contaron también que antes a las cebras las estimulaban con un burro y que a los canguros les rebanaron sus órganos genitales. Y por último ¿Es verdad que el hipopótamo nunca se ve porque en realidad no existe? Agapito me miró con cierto hastío y pidió más vino. Luego, esbozó una sonrisa y me dijo: El mes que viene cerrarán el zoológico. Ya nada es como antes. ¿Se fija?.

12 Comments:

Blogger Félix Escobedo said...

En serio que van a cerrar el zoo? Es que siempre me quedé con las ganas de volver. No, no es que me haya escapado, lo que pasa es que de chico que no voy.

En todo caso te moris con el Bronx Zoo...

2:25 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Hola Negro Super Star: que buena historia, me gusta cuando dice ¿se fija?. Al igual que el sapo Colorín que decía ¿oiga?. Oye y le podrías haber preguntado si era verdad que al veterinario del zoológico lo sacaron porque se enamoró de un chimpancé y si los osos polares se comieron a un compañero de nosotros que nunca más fue a la Universidad ¿se fija?.
Muchos cariños
Isolina la Bailarina

4:16 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

tengo una vecina en una oficina contigua que es una verdadera mona con gillette. o una serpiente, no sé.

no se llama fresia, pero me gustaría embalsamarla.

4:57 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Me da paja ir al zoológico. Prefieron ver Animal PLanet o Nat-Geo... Es un lugar demasiado tranquilo. La verdadera jungla está en la calle... ¿You Know where you are?

PD: La mejor historia que he leído en este blog. La raja.

8:13 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Notable historia, en vdd genial...no coments.
p.d: concuerdo con que la verdadera jungla está en la calle y que siempre hay un víbora cerca, aunque no necesariamente la queramos embalsar...

10:08 p. m.  
Blogger chilesiguesocialista said...

Creo que el negro inventa mucho sus entrevistas, lo que considero muy positivo, sólo le faltó recordar cuñas de la Elefanta Fresia. Recuerdo la historia (inventada seguro) del elefante que estranguló al hombre que 20 años antes le había dado a comer un clavo, cuando era un niño. Eso le causó graves lesiones al paquidermo, pero no le falló la memoria.
Libertad a los presos políticos.
errece

2:19 p. m.  
Blogger Alejandro Tapia said...

Tranquilidad. El zoológico seguirá donde mismo, al menos por un buen tiempo. Creo que Agapito tomó mucho vino esa noche. En realidad Agapito dejará el zoológico muy pronto. Entonces, para él es el fin. Y no deja de tener razón. El zoológico sin Agapito es lo mismo que sin Fresia. Pero la vida sigue y el zoológico también es hediondo. Me hubiese gustado preguntarle por más mitos, pero no me acordaba de muchos. En todo caso, pronto veré nuevamente a Agapito. Si se acuerdan de alguna historia me dicen y le pregunto. Alguien me habló de un puma suelto en Bellavista, pero no sé si será cierto.
NS

9:24 p. m.  
Blogger Ricardo said...

El chimpancé es un onanista incurable, y como eso es pecado no he vuelto a ir al zoo... (la verdad es que me da pudor)

10:47 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

EL mono de Culo pelado!!

4:12 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

NST Es verdad eso del Puma en Bellavista, yo salí a pasear por allí porque tenía una función como imitadorada gogo dancer del team de Juan Antonio Labra y me salió el puma...pero era el Puma Rodriguez, vivito y coleando.

4:14 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Parece que este blog murió.

2:34 p. m.  
Blogger Alejandro Tapia said...

parece que tu también

10:46 p. m.  

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