jueves, febrero 08, 2007

DE PASEO

¿Cuánto falta? Unas dos cuadras, responde mi abuelo. ¿Acá vive la tía María? Sí. Vamos a llegar de sorpresa. Tengo arena en los pies. Sí, por las dunas, me explica mi abuelo. Los cerros de Concón son así, me dice. Hace calor y tengo hambre. Mi abuelo también me comenta que esta es mi segunda vez en el cerro. No recuerdo nada. Pasen por aquí. Qué sorpresa, nos dice la tía María, de pelo cano y vestida con un delantal de cocina. ¡Qué ha crecido usted!, opina. Pasen, pasen. ¿Sabe quién es el niñito de la foto?, pregunta mi tía mientras me señala una pequeña imagen en una pared. No, no sé. Es usted pues mijito. Ahh. La tía María vive en una casa de madera pequeña. Hay siete gatos, dos perros y miles de baratijas ordenadas en vitrinas y en las paredes. En el jardín también hay una virgen de yeso. Le falta un brazo. ¿Y el tío Clorindo?, pregunta mi abuelo. Anda en la mar. La semana pasada el Cloro vio una ballena, cuenta la tía María. No conozco al tío Cloro, pero mi abuelo me dijo que es un pescador de renombre en la caleta. El Cloro y la tía María no tienen hijos ni parientes directos. ¿Y qué andan haciendo por acá?. Vinimos a Valparaiso. Andamos de paseo.

En el bar de la esquina hay un poster de Taxi Driver. Robert de Niro aparece de pie frente a su auto amarillo. Está listo para partir. Siempre que entro al bar de la esquina observo esta imagen. Recién advierto que en realidad es un dibujo. Estaba jovencito en esa película, me dice un mozo mientras me entrega la carta. Y después hizo El Padrino. Pero mi favorita es Toro Salvaje. Ahí se pasó oiga. La del boxeador ¿Se acuerda? Sí, ahí De Niro interpreta a Jake La Motta. Una cerveza, por favor. Gracias.

Tengo mi mente como en blanco. Intento no pensar mucho. De Niro me inspira un par de ideas. Nada muy serio. En eso llega Isabel. El metro venía lleno, me dice. Imagínate con el Transantiago. Hace cuatro años me junté con mi amiga en este mismo lugar. Esa vez Isabel tenía pena, pero contuvo su llanto. Ya encontrarás otro, le dije aquella vez. Luego brindamos por el futuro. Al año siguiente partió a París. Estuvo dos años y regresó. Isabel necesita compañía. Y quién no, pienso. A su vuelta, Isabel debió asistir a seis matrimonios. En todos fue la última en irse.

A Isabel no le faltan pretendientes. Pero se hace de rogar. Y a los casorios prefiere ir con Pedro, a quien conoció por medio de su antigua pareja. Pedro es el acompañante perfecto, me cuenta Isabel. Me pasa a buscar, es coqueto, guapo, caballero y se hace el lindo con todas, hasta alcanza para las garzonas, opina. Baila y piropea a mis amigas. A todas les dice algo. A todas les encuentra algo lindo. Nosotros tenemos cierta conexión y sabemos que no va a pasar nada, reflexiona Isabel. Pedro ofrece servicio completo, pero no para mi amiga.

Tráigame otro mojito, le pide Isabel al mozo. ¿Y Buenos Muchachos? ¿Y Casino? ¿Las ha visto?, pregunta el garzón. Claro, si también me gusta De Niro. Pienso en Casino y confirmo que quiero trabajar en uno, aunque sea un rato. La plata va y viene, viene y se va, acota Isabel. Mi amiga trabajó sin parar todo el año y ahora está a punto de partir a Cuba. Me voy a quedar en la casa de Raúl Castro, me cuenta. Es amigo de mi madre. Me atoro con la cerveza. Tranquilo. No es el hermano de Fidel, pero un conocido de Raulito me va a llevar para que conozca al Presidente. Estás loca, le digo. Fidel está convaleciente. Lo sé, pero yo lo voy a ver. No creo, insisto y le sugiero que mejor se tome una fotografía en Vento, una calle en la barriada habanera de Santos Suarez donde hay un cartel en el que aparece Fidel bajo la leyenda socialismo o muerte. No hay muchas imágenes como esa, le digo. Ahora aparece más Chávez que Fidel. Mentira, está lleno de murales de Fidel y además yo lo voy a ver, me insiste.

Isabel es guapa y risueña. Se van a querer casar contigo Isabel. ¿Tu crees? Ya verás. Isabel se encontrará en Cuba con dos de sus amigas que comenzaron antes el viaje. Queremos viajar en tren de La Habana a Santiago de Cuba. Ese tren no funciona todos los días, le digo. Tengo tiempo, esperaré. Una de mis amigas quiere conocer un cubano. También le van a pedir matrimonio, le digo. ¿Sabías que De Niro filmará una película en Cuba? Oye, tu actorcito está viejo y tu también. Mándame una postal Isabel. Ya.

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