lunes, marzo 27, 2006

EL VIEJO TRAVESTI

La Tía Lucy lleva 23 años vendiendo pequenes, empanadas y sopaipas en el Víctor Manuel, mejor conocido como persa Bío Bío. En la esquina de Placer con Santa Rosa, Lucy, de unos 70 años o quizás más, tiene la cara arrugada, la piel seca, las tetas caídas, bolsas en sus ojos verdes, algo de piñén en el dedo índice de su pie izquierdo y huele a cebolla. Ya chiquillos, sacar a gamba y a cien. Están calentitas las empanaditas, grita a grito pelao sábados, domingos y festivos, de las 10 de la mañana hasta las siete de la tarde. Lucy llegó al Bío Bío gracias a un dato de su amigo El Chino, a su vez amigo del amigo del actual dueño de Los Lomitos del Chino Hot, el local número 100 en Placer 980, cerca del popular El As del Churrasco, cuya especialidad es la paila marina. Lucy cuenta que ella recuerda como si fuera hoy cuando Los Prisioneros grabaron, en 1986 (quizás antes, quizás después), el video de Muevan Las Industrias en los lúgubres galpones que poco antes había ocupado una industria que se fue a pique con la crisis del 82. En el video casero aparecía un Viejo Pascuero decadende dando vueltas por los galpones del persa un día nublado de los 80. Coincidentemente, mi primer recuerdo del Bío Bío, el paraíso de los juguetes para adultos y también pa los regalones, es un tipo disfrazado de Santa Claus a pleno sol paséandose por lo que hoy son galpones llenos de dvds nuevos, vinilos viejos, revistas nuevas, revistas viejas, comics nuevos, historietas nuevas, radios viejas, fierros usados, libros antiguos, biciletas nuevas, juegos de computador copiados, cds robados y una larga lista de cachureos varios. No sé si vi al Viejo Pascuero por la tele o ese día que grabaron el video en el Bío Bío, pero lo ví. Y ese es mi primer recuerdo del Víctor Manuel. Y el segundo; el olor a fritanga y a "potito". Lucy me contó que su amigo El Chino fue quien se disfrazó de rojo y barba blanca el día que grabaron casi de manera artesanal Muevan las Industrias, uno de los hits del disco Pateando Piedras. Se cagó de calor, pero necesitaa las moneas, me confidenció Lucy, riéndose bien fuerte. Le pagaron una cagá. Más cagaos esos cabro de Los Prisioneros. Pa que vea mijito. Detrás de tanto disfraz, se esconde el diablo, continuó. ¿Se esconde el diablo?, pensé. La conversación con Lucy terminó ahí. Vieja loca. ¿Se esconde el diablo?, seguí preguntándome. Continué caminando por Placer, hasta llegar a Victor Manuel esquina Bío Bío. Este es uno de mis lugares favoritos. Es casi como un ritual ir al persa. Siempre me gasto toda la plata que llevo. A veces en puras leseras. A veces también pienso en qué pasaría cuando vea algún objeto mio robado ahí. Quizás ahí mismo se acaba la magia. Quizás la magia no existe. Cerca de la esquina donde me encontraba parado, le pregunté a un comerciante que vendía cachureos, dónde se comían las mejores empanadas del lugar. Le pregunté por preguntar. En realidad me interesaba conversar con él, ya que hace algún tiempo vi que vendía un robot casi identíco a uno que tenía cuando niño y me interesaba saber de dónde lo había sacado. Luego, confirmé que efectivamente se trataba del mío, pero nunca supe cómo llegó ahí. ¿Empanadas? Chi, en todos laos, po. Pero las mejores son las de la Lucy. Ahí en Placer con Santa Rosa, me contestó el comerciante del viejo robot de metal. Ahhh, mire, justo pasé por ahí, le dije, haciéndome el leso. ¿Y usted conoce a la Lucy?, le pregunté. Chi, claro que la conozco. Hace años. De cuando en realidad era el Luciano. Aunque en ese tiempo no se dedicaba a las empanás. Pero hace tiempo no hablo con ella po. Porque dicen que detrás de tanto disfraz, se esconde el diablo, me respondió. Quedé sin habla. No entendía nada. Y el diablo anda por acá. Vestido de Viejo Pascuero, remató el vendedor de mi robot. Salí arrancando, navegando por Bío Bío río abajo, en busca del viajo diablo de rojo.

martes, marzo 21, 2006

EL SAPO COLORIN

Juan Covarrubias es sapo. Todos los días, desde las ocho de la mañana, hasta las nueve de la noche, se para en Irarrázaval con Vicuña Mackenna, agarra un libreta pequeña, un Bic azul y comienza a escribir diminutos números de forma vertical. De cuando en cuando levanta los brazos y luego les indica con sus manos a los choferes de las micros un número, un código secreto, la distancia entre micro y micro, la distancia con la competencia. Este sapo lleva 15 años en la misma esquina. Llegó cuando las micros aún eran de colores y promete no irse nunca más de su lugar. Antes trabajaba para la Intercomunal 24. Ahora lo hace oficialmente para la 218 y "por afuera" para la 335. Mi amigo sapo es colorín, tiene barba, cejas anchas, está algo rapado y sus amigos de la esquina le dicen El Duracel, como las pilas. Hace poco, este sapo me contó que la otra vez se volvió medio loco y les empezó a decir "puras hueás" y "disparates, oiga" a los choferes. Los agarré pal hueveo todo el santo día. Como el Guasón ¿Se acuerda de él?, me preguntó cagado de la risa. Les di todos los tiempos malos, continuó, y quedó la media cagada, puros tacos, oiga. Incluso los jefes comenzaron a chocar entre ellos. Le juro que no sé qué me pasó, pero me gustó, oiga, me sentía amo y señor del tránsito, oiga. Como el Acertijo ¿Se acuerda de él?. El sapo también me contó, orgulloso, que hace algún tiempo unos cineastas franceses lo entrevistaron y le dijeron que aparecería en una película que obviamente nunca pudo ver; que también había visto hijos de choferes menores de edad reemplazando a sus padres enfermos de úlcera; ciegos que podían leer; hare krishnas mulas y pacos pagando la micro... no eso no, jajajajaja, es broma, oiga. Pero lo que más le entretenía a Juan era anotar las frecuencias de las micros y, al final del día, sacar las estadísticas. Soy el único sapo que hace eso, oiga. El único. A mí no se me acaban nunca las pilas, oiga, jajajajaja. ¿Y qué va a pasar cuando el Transantiago comience a funcionar de verdad?, le pregunté. Nada, acá en esta esquina nunca pasa nada, nada de nada, oiga.

jueves, marzo 16, 2006

CORREO BASURA

La "modernidad" me permite tener cuatro casillas de mail: una en el trabajo, dos en hotmail y una en gmail. Parezco puta: uno para cada cliente. Los usos son variados; correo laboral, correo privado, correo ultraselectivo y correo basura. Hace tiempo que no abría éste último. Incluso se me había olvidado la clave. Por suerte después de un rato dí con las combinaciones de letras y números. Al abrir este correo en hotmail me encontré con 141 mensajes nuevos, la mayoría muy poco interesantes. El 30% correspondía a avisos de distintas páginas web, el 20% eran invitaciones a tomar cruceros por el Caribe, otro 20% eran mensajes de amigos que ya perdí, un 10% de rebotes varios, el otro 10% de avisos de viajes de última hora de Lan Chile y el restante porcentaje de personas que nunca he conocido. Jamás reviso correos de gente como calientita69@yahoo.es o labestia666@hotmail.com, pero estaba bastante aburrido y la tarde lo ameritaba. Como suele ocurrir en estos casos, calientita me invitaba a una noche virtual hot y la bestia me ofrecía unirme a un grupo antiglobalización. Pero los mensajes eran muy impersonales, así que deseché esas ofertas. Seguí navegando en la página de mi correo hasta que me di cuenta que en mi lista de contactos había personas muy extrañas, nombres raros y desconocidos. Pero a diferencia de los mensajes de calientita69 o de la bestia, las identificaciones de los contactos eran, en el fondo, normales: Andreabonta1977, El Juan, R.Mutt, Androide, Marcelo Casta y Eugenia Lopez, etc. Lo primero que pensé fue que todo se trataba de un virus. Luego, lo atribuí a una mala broma de mis amigos computines. Sin embargo, todas mis teorías se fueron a la basura cuando comprendí que alguien había estado utilizando mi correo durante mis vacaciones y que más encima ese alguien se hacía pasar por mí. Pero nada cuadraba. Nada, hasta que hice click en la parte de "correo electrónico no deseado". Ahí tenía otros 46 mensajes: todos correspondientes a los contactos desconocidos de mi lista. De inmediato comencé a borrar toda esa basura, pero mi curiosidad pudo más y abrí unos cuantos correos. De éstos concluí que ahora era un joven de 22 años, alto, delgado, musculoso, estudiante de ingeniería civil y con un relativo buen futuro por delante. Además, tenía varios panoramas; una reunión en un conocido bar, un "carrete" con una compañera de escuela, un asado en la casa de R.Mutt y una invitación relativamente indecente de Andreabonita1977. También supe que este mismo fin de semana me iría con mis compañeros a un paseo a la playa y que en las vacaciones de invierno tomaría un barco mercante a Alaska. Al mismo tiempo, Androide me contaba que estaba a un paso de tener sexo con su mejor amiga, El Juan me confesaba que alguna vez pensó en pasar a mejor (o peor) vida y R.Mutt me hablaba de su aventura con Andreabonita1977. Lo más sorprendente es que también tenía un mail de mi universidad instándome a tomar ramos por internet. Poco después me dí cuenta que había pasado mucho tiempo desde que revisé por última vez este correo basura.

lunes, marzo 06, 2006

UN PEQUEÑO GRAN INFIERNO

UNO: Santiago es un infierno. Uf, y sobre todo en marzo. No quise creer en la advertencia de mi amigo. Claro, él feliz en el sur y nosotros acá, de vuelta en Santiago. Y de vuelta al blog. Se agradecen los comentarios. Gracias sapos. Gracias zorras. Gracias salmones, gatos y anónimos. Intenté llamarlos, pero se me olvidó pagar el celular. Sí, la cosa estuvo más entretenida así, dejando pasar un rato. Pero la historia es otra. Y comenzó temprano. A las ocho de la mañana del primer lunes de marzo. Cerré la puerta, bajé las escaleras, crucé la calle y llegué hasta un container en la esquina del frente para sacar el permiso de circulación. Todo bien hasta que la persona que atendía me informó que debía sacarlo en la comuna en la que estoy inscrito. Pero si yo vivo acá, mire, le dije mostrándole un papel roñoso en el que aparecía mi dirección. No, ¿Sabe? Acá no lo puede sacar, me respondió. En fin. No importa. Con tal, cerca de mi trabajo, está el container de mi comuna, pensé. Al rato, llegué a ese lugar. Vengo a sacar el permiso ¿Acá es, no es verdad?, pregunté idiotamente. Sí, deme los papeles del auto. Malas noticias. En la mañana, revisando los documentos, me enteré que el certificado de gases había vencido en julio del año pasado. Por más que intenté convencer a la encargada del permiso, no se pudo. Incluso intenté un "cómo podemos solucionar esto", pero fue inútil. Sin embargo, lo peor vino un segundo después, cuando la encargada acostumbrada a este tipo de situaciones, me contó que tengo tres multas por más de 100 lucas. Son por el TAG, me dijo. En Independencia, Pedro Aguirre Cerda y San Bernardo, continuó. Al segundo, pensé: la rebeldía me costó cara. Navegar por las super autopistas sin TAG era una cosa, pero la hora de pagar siempre es otra. Mal. Desesperado intenté en vano una llamada en mi celular.

DOS: Una hora más tarde, quise solucionar el tema del teléfono móvil. Llamé al número gratuito de mi compañía. Otra sorpresa: una voz de robot me decía que las cuentas de enero, febrero y marzo no se han pagado. El servicio queda suspendido. Como desde hace seis meses la compañía no me envía la cuenta, nunca sé cuándo ni cuánto hay que pagar. Intento desde un teléfono fijo. Le cuento a otra robot que perdí la confianza en la compañía móvil. De nada me sirve el lamento. Antes de cerrar el contrato debo pagar. Pagar. Sencillito. Le digo que puedo comprobar que pagué enero y febrero porque seguramente en mi cartola sale la transacción realizada a través de red-compra. Aunque parezca increíble, el día anterior boté la carta de la cartola, obviamente sin mirarla. Pero no importa, internet es la solución. Entro a la página de mi banco, ingreso mi rut. Bienvenido estimado cliente. Pero el banco no me deja ni respirar cuando me entero que al no tener cuenta corriente tampoco tengo el servicio de cuentas on line. Estoy off. No existo.

TRES: Para pasar los malos ratos me fui al centro. Siete y media de la tarde. Entro a Konica. ¿Revelan diapositivas?, pregunté sabiendo que en ese local sí dan ese servicio. Sí, pero no tenemos marcos. Quizás nos llegan la próxima semana, respondió el vendedor. Ahh ¿Pero está seguro que la próxima semana?, insistí. El tipo me dijo que esperara. Al minuto volvió. ¿Sabe? No sabemos cuándo nos llegan, respondió, parco. No me sirve. Necesito revelar las diapositivas antes del fin de semana. Es de vida o muerte. Entro a Reifschneider. No, acá ya no hacemos eso. Joven, es que lo digital entró fuerte, me comentó una joven vendedora. Kodak. No, no sé dónde revelan. Eso es muy antiguo, me dijo el vendedor de turno. Fuji. No, sólo digital. Comienzo a sudar. Pero me acuerdo de Prontofoto, en el paseo Ahumada, entre Huérfanos y Agustinas. Llego al local pero Prontofoto no está. Entro a Hush Puppies. No, ese local quebró, me respondió el vendedor. Caos. Entro al Dominó. Pienso en frío, con el estómago lleno. Me acuerdo de Foto Lab, como a tres cuadras. No, acá no y en los locales del sector tampoco. Vaya a Tenderini. Pero ya eran cerca de las 20.00. Entro con fe en otro local. La respuesta es la misma, pero un fotógrafo aficionado me dice que en Carmen Pérez sí revelan diapositivas. Pero cierran a las ocho y le quedan cinco minutos. Váyase corriendo derechito por Mc Iver. Le hago caso. Corro con el completo en la carganta. A la cuadra debo parar. No puedo más. Pero sigo. Dos cuadras más. Miro la hora. 19.58. Tengo tiempo. Dos minutos. Llego a Carmen Pérez. El paraiso de los fotografos. Pero Carmen no está. Un cartel indica que el local se trasladó al Metro Los Leones y otro dice que Pérez remata todo. Deduzco que el local quebró. Otra vez lo digital, pienso. En un acto milagroso llego volando a Tenderini. Pero los locales están cerrando. Pregunto en uno. Sí, pero sin marcos. No me sirve. Entro a tres más. Nada. Y en el último, me dicen sí, con marcos, se las tenemos mañana. Una pequeña gran victoria.

Cuatro: Me subo al metro. Decido que no puedo más contra el sistema. Perdí. Cuando el otro día le dije "bienvenido al sistema" a un amigo que me preguntaba por alguna isapre, realmente no sabía lo que estaba diciendo. Aún no sé cómo es el sistema, pero en el fondo sí sé. También decidí deshacerme de mi auto viejo, motivo de risa de algunos. Perdí esa batalla. Y pienso que la compañía de celular también me ganó. Deberé pagar. Pero pronto tiraré el celular (también es un modelo antiguo) al río Mapocho. También, decido que mañana mismo abro una cuenta corriente. Pienso en eso de "estamos para servirlo". Bajo las escaleras. Llego al andén. Es tarde. Eludo al gentío. Llega el tren. Esa puerta está mala, dice el chofer cuando se detiene en la estación. Y me quedo mirando cómo efectivamente la puerta no se abre. No se abre.

Cinco: Salgo del metro. Escucho que alguien me grita "Negro, Negro". Me doy vuelta. No me acuerdo de quién es. Hola, cómo estás pos Negro. Lo miro. La verdad es que me acuerdo de él, pero no tengo fuerzas. El día ha sido largo. No, te estás confundiendo. Yo no soy el Negro, le digo poniendo mi mejor cara de serio. ¿Cómo que no eres el Negro. Pero ¿estás seguro? Si yo sé que eres, me dice. ¿Cómo no voy a estar seguro de quién soy?, insisto. Pero si yo me acuerdo de tí, eras seco pal deporte... y tocabas guitarra... y...., me dice. No, de verdad no soy el Negro. A mí no me dicen así ¿Cómo no voy a saber quién soy? Disculpa. Salgo a la superficie. Santiago no más.

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