EL BOOMERANG
¡Llegó Don Juan! ¿Crees que me traerá algo? Mi abuelo duda y me pide que le pase veinte pesitos de un pequeño jarro de greda. Vaya a buscarle un vasito de agua por mientras. El cartero viene de por allá lejos. Debe estar cansado, me dice mi abuelo. Saco agua. Está heladita. Salgo al jardín. Oiga que está grande este niñito, exclama Don Juan. Puchas que ha crecido rápido. Tome, le traje una carta para usted. Recibo el sobre. Reconozco la letra. Es de mi padre. Gracias Don Juan. ¿Le pasó los veinte pesitos?, me pregunta el abuelo. Son quince no más, responde el cartero. Pásele los veinte mijito. Gracias. Muchas gracias. Gracias a usted Don Juan. Entro a la casa. Mi abuelo se va para su pieza. Abro la carta. Mi padre no llegará para mi cumpleaños número diez. Guardo la carta.
El mes pasado me puse a ordenar mi departamento. Decidí deshacerme de todo. Bueno, de casi todo. Abrí unas seis cajas llenas de papeles, fotografías, cartas, santitos de primera comunión, tarjetas de Navidad, postales y otras baratijas. Incluso encontré mi diploma universitario completamente arrugado entre unos comics de Spiderman. También di con el paradero de un peluche que me regaló una ex novia para mi cumpleaños 18, un gorro soviético que me llegó para mis 23 y unos chocolates podridos de la celebración de mis 29. Perdí mucho tiempo en revisar el material. ¡Pero cómo vas a botar tus cosas! Es tu vida!, reclamó mi novia. Ayúdame mejor. Ya, pero son tus recuerdos. Te vas a arrepentir, insistió. No lo creo. A excepción de algunas cartas familiares, nada de esto tiene valor. Al final, todo termina en la basura. Esto lo debí hacer hace tiempo. Te vas arrepentir. Ya veremos.
Un par de semanas después y cuando con mi novia ya habíamos olvidado el tema de las cajas, mi madre me llamó para contarme que me había llegado una carta. Qué raro, pensé. Tu nombre está escrito con un lápiz dorado, me dijo. Todavía más raro. Ese mismo día fui a la casa de mi madre. Abrí la carta. Estaba bien escrita. Sin faltas de ortografía. ¡Ya pues hijo! ¿Qué dice la carta? Hay personas locas mamá. Pon atención. "Sé que esto te parecerá raro e imprudente. Soy simplemente una persona que un día iba caminando en la noche y encontró un montón de cartas y cosas tiradas en la basura. Sentí que esto era un tesoro. Tus cosas pasaron tiempo en mi pieza. No me atreví a leer nada. Me parecía terrible el solo hecho de pensar en botarlas. Entonces pensé que pudiera ser que quisieras tus cosas de vuelta, por lo que leí algunas cartas tratando de encontrar nombres y direcciones. Discúlpame por haber leído tus pensamientos. Sentí tu vacío y al mismo tiempo tu alegría. De verdad discúlpame si te estoy pasando a llevar. Te dejo mi teléfono por si quieres llamarme. Fernanda".
Castigo de Dios, hijo, por botar tus recuerdos. No te pongas así, mamá. Te apuesto a que botaste hasta los santitos que te mandé hacer cuando hiciste la primera comunión. Pero mamá, si ya ni tu crees en Dios. Sí, pero de todas formas le temo ¿Y que vas a hacer? ¿Vas a llamar a esa niña para darle las gracias? No, no creo. Quizás es como la mina con la que estuvo saliendo El Mono. Deliciosa, insaciable, pienso. Ya, tengo que irme. ¿Has sabido algo de tu padre? No, hace tiempo no me escribe. Mándale un mail entonces. Pero mamá, tu sabes que me gustan las cartas de puño y letra. No las botes entonces. Ya bueno. Chao. Cuidese hijo. Sí mamá. Sí.